Título: Pasado y presente de los verbos leer y escribir
Autora: Emilia Ferreiro
Edición: Fondo de Cultura Económica. México, 2001
Contratapa: Cada época y cada circunstancia histórica dan nuevos sentidos a los verbos leer y escribir. Las nuevas tecnologías están introduciendo cambios profundos y acelerados en la manera de comunicarnos y de recibir información, y exigen mayor flexibilidad en el uso de la lengua escrita. Pero mientras los países pobres no han superado el analfabetismo, los países ricos descubren el iletrismo: reconocen que la escolaridad básica no garantiza la formación de lectores en sentido pleno. Frente a quienes corren detrás de hipertextos, correo electrónico y páginas virtuales de libros inexistentes, hay quienes no llegaron a los periódicos, los libros y las bibliotecas. Si la democracia es incompatible con el analfabetismo de los ciudadanos, la democracia plena requiere niveles de alfabetización por encima del deletreo y la firma. Formarse como lectores (no como descifradores) es un derecho de niños y niñas que serán hombres y mujeres libres, ciudadanos y ciudadanas de un mundo para el que la diversidad lingüística y cultural sea tan importante como la biodiversidad.
El presente volumen reúne textos de Emilia Ferreiro presentados en diversos congresos. Destinados a sacudir conciencias adormecidas, plantean problemas que conciernen muy directamente a la variada gama de profesionales vinculados con la existencia misma de la lengua escrita: desde los productores de libros hasta los formadores de lectores, pasando por múltiples roles sociales de intermediación. El planteo de esos problemas tiene consecuencias ideológicas y políticas, que abren camino a la acción reflexiva y a la reflexión predispuesta para la acción.
Un fragmento:
Por más eruditos y humanistas que sean, los editores producen objetos incompletos por naturaleza. Un libro es un objeto en busca de un lector, y no puede realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector. Ese lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un cliente. Se puede comprar una colección de libros para exhibirlos en la sala de recepción de la casa o en el estudio profesional. Esos libros siguen siendo objetos incompletos: bibelots sin intérpretes. El libro se completa cuando encuentra un lector intérprete (y se convierte en patrimonio cultural cuando encuentra una comunidad de lectores intérpretes).
Por eso es tan singular la tarea de un editor: no solamente debe producir un objeto tan cuidado y acabado como sea posible, sino tener conciencia de que tal objeto, por más cuidado y acabado que sea, será siempre incompleto si no encuentra “el otro”, “los otros” que le darán completud. Ese “otro” (esos “otros”) deben ser lectores.
¿Los editores de las próximas décadas van a concentrarse en producir libros para el 20% de la población mundial? ¿Van a retomar la antigua tradición de la lectura elitista, contraria a la idea de la alfabetización necesaria para la democracia? ¿Podemos pedirles –quién puede pedirles– que contribuyan a la completud de sus productos, o sea, a la producción de lectores?
Por qué lo recomendamos: La contratapa de este libro resume impecablemente los temas que trata la autora, la importancia de esos temas, a quién se dirige y por qué. No hay mucho que agregar al respecto. Sí hay que decir que es un libro indispensable, que ya tiene unos diez años y sigue vigente, porque por más que haya avances en cuestiones tecnológicas no parece haber tantos ni tan llamativos en cuestiones sociales, políticas e ideológicas acerca de la lectura. Son ensayos sólidos, reflexivos, con ideas claras que como editores no deberíamos perder de vista en ningún momento. Es de esos libros a los que uno tiene que volver cada tanto y releer.
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