martes, 22 de febrero de 2011

Mario Méndez responde las 15 preguntas



1. ¿Qué respondés cuando te preguntan “a qué te dedicás”?
Como soy polifuncional, al estilo jugador de Bilardo, generalmente respondo que a varias cosas: soy docente, escritor, editor. Y las tres cosas tienen que ver con niños y jóvenes, no exclusivamente pero si mayoritariamente. He sido maestro de chicos y de adolescentes, escribo casi todo para chicos, edito libros de LIJ.

2. ¿Cómo llegaste a los libros para chicos y jóvenes y por qué te quedaste?
Gracias a mi trabajo como maestro. Antes de ser maestro escribía sólo para adultos: prácticamente desconocía la literatura para chicos, descontando los cuentos clásicos y a Horacio Quiroga.

3. ¿Cuál es tu primer recuerdo de un libro?
En un tronco hueco vivían dichosas
dos ardillas listas, inquietas, curiosas.
Eran tan iguales que nadie sabía
ni aún su propia madre, si eran Pío o Pía.
Así comineza un libro llamado Las ardillitas mellizas, que me leía mi madre. Un libro grandote de Sigmar, amarilleado por el tiempo (fechado en 1967) que ahora leen mis hijas. Ese, y un caperucita roja también de Sigmar, fueron mis dos primeros libros, mis primeros recuerdos librescos.

4. ¿Qué estás leyendo ahora?
Como en una semana me voy a París, estoy releyendo un libro de adolescencia, Rayuela, de Cortázar, esta vez en una edición anotada que trae planos de París y las recorridas de Horacio y la Maga. Nostalgia pura.


5. ¿Cómo y dónde trabajás un proyecto?
Generalmente en casa, si es personal y de escritura. Y en bares o parrillas (a falta de oficinas) cuando se trata de proyectos editoriales, con mi amigo y socio, también editor y escritor, Jorge Grubissich.

6. ¿Qué detestás de los libros para chicos y por qué?
Los diminutivos exasperantes, excesivos, suelen ser señal de que el que escribe piensa que los chicos son medio bobitos. No siempre, claro, pero bastantes veces. Y el didactismo exagerado, por supuesto, por obvias razones.

7. ¿Cuál es tu lugar y momento favorito para leer?
Tres: los viajes urbanos, pues no concibo ir en colectivo o subte sin ir leyendo. La cama, de noche. Y el baño, soy un lector realista, abogo por la lectura en el trono.

8. ¿Tenés algún sueño recurrente para compartir?
No tem.

9. ¿Qué superpoder te gustaría tener y cómo lo usarías?
Me gustaría volar. Me la pasaría volando por todos lados, viajar sería cotidiano.

10. ¿Algún/algunos libro/s de tu biblioteca ideal para recomendar?
Muchísimos: mencionaré tres: La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le Guin; El barón rampante de Ítalo Calvino y Matadero Cinco, de Kurt Vonegut.

11. Una preocupación actual.
Me preocupan muchas cosas, para relacionar con este blog diría que la decadencia de la educación en nuestro país, que a veces parece deliberada, es una de mis preocupaciones más fuertes.

12. Un logro del que estés orgulloso.
No sé si mis hijas entran en ese rubro, el de logros, así que por las dudas no las pongo, aunque las piense primero. Haber escrito muchos libros y llevar adelante una pequeña editorial son dos logros que me enorgullecen.

13. ¿Cuál era tu libro favorito cuando eras chico?
Varios, uno de ellos podría ser Tom Sawyer en el extranjero, de Mark Twain. Y uno de Sherlock Holmen, de Conan Doyle: La liga de los pelirrojos.

14. Una recomendación para quien se quiere dedicar a lo mismo que vos.
Hay que leer. La docencia, la edición y desde luego la escritura son oficios de lectores. Y leer es realmente una actividad placentera, indispensable para entender el mundo y para disfrutarlo más.

15. Algo que te dé alegría inmediata.
El nacimiento de una idea que pueda transformarse en libro, y las primeras líneas que le siguen siempre son una gran alegría.

Datos sobre Mario en Editorial Amauta.

viernes, 4 de febrero de 2011

Pasado y presente de los verbos leer y escribir

Con esta entrada inauguramos una nueva sección de libros recomendados para la biblioteca del editor de literatura infantil y juvenil.

Título: Pasado y presente de los verbos leer y escribir
Autora: Emilia Ferreiro
Edición: Fondo de Cultura Económica. México, 2001

Contratapa: Cada época y cada circunstancia histórica dan nuevos sentidos a los verbos leer y escribir. Las nuevas tecnologías están introduciendo cambios profundos y acelerados en la manera de comunicarnos y de recibir información, y exigen mayor flexibilidad en el uso de la lengua escrita. Pero mientras los países pobres no han superado el analfabetismo, los países ricos descubren el iletrismo: reconocen que la escolaridad básica no garantiza la formación de lectores en sentido pleno. Frente a quienes corren detrás de hipertextos, correo electrónico y páginas virtuales de libros inexistentes, hay quienes no llegaron a los periódicos, los libros y las bibliotecas. Si la democracia es incompatible con el analfabetismo de los ciudadanos, la democracia plena requiere niveles de alfabetización por encima del deletreo y la firma. Formarse como lectores (no como descifradores) es un derecho de niños y niñas que serán hombres y mujeres libres, ciudadanos y ciudadanas de un mundo para el que la diversidad lingüística y cultural sea tan importante como la biodiversidad.
El presente volumen reúne textos de Emilia Ferreiro presentados en diversos congresos. Destinados a sacudir conciencias adormecidas, plantean problemas que conciernen muy directamente a la variada gama de profesionales vinculados con la existencia misma de la lengua escrita: desde los productores de libros hasta los formadores de lectores, pasando por múltiples roles sociales de intermediación. El planteo de esos problemas tiene consecuencias ideológicas y políticas, que abren camino a la acción reflexiva y a la reflexión predispuesta para la acción.

Un fragmento: 
Por más eruditos y humanistas que sean, los editores producen objetos incompletos por naturaleza. Un libro es un objeto en busca de un lector, y no puede realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector. Ese lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un cliente. Se puede comprar una colección de libros para exhibirlos en la sala de recepción de la casa o en el estudio profesional. Esos libros siguen siendo objetos incompletos: bibelots sin intérpretes. El libro se completa cuando encuentra un lector intérprete (y se convierte en patrimonio cultural cuando encuentra una comunidad de lectores intérpretes).
Por eso es tan singular la tarea de un editor: no solamente debe producir un objeto tan cuidado y acabado como sea posible, sino tener conciencia de que tal objeto, por más cuidado y acabado que sea, será siempre incompleto si no encuentra “el otro”, “los otros” que le darán completud. Ese “otro” (esos “otros”) deben ser lectores.
¿Los editores de las próximas décadas van a concentrarse en producir libros para el 20% de la población mundial? ¿Van a retomar la antigua tradición de la lectura elitista, contraria a la idea de la alfabetización necesaria para la democracia? ¿Podemos pedirles –quién puede pedirles– que contribuyan a la completud de sus productos, o sea, a la producción de lectores?

Por qué lo recomendamos: La contratapa de este libro resume impecablemente los temas que trata la autora, la importancia de esos temas, a quién se dirige y por qué. No hay mucho que agregar al respecto. Sí hay que decir que es un libro indispensable, que ya tiene unos diez años y sigue vigente, porque por más que haya avances en cuestiones tecnológicas no parece haber tantos ni tan llamativos en cuestiones sociales, políticas e ideológicas acerca de la lectura. Son ensayos sólidos, reflexivos, con ideas claras que como editores no deberíamos perder de vista en ningún momento. Es de esos libros a los que uno tiene que volver cada tanto y releer.